sábado, 26 de marzo de 2011

La playa, Teresa, y Romelio.

Mientras Teresa se infiltraba en la soledad de la playa, intentaba no mirar atrás, porque atrás estaban sus miedos y, peor aún, estaba todo eso que ella quería borrar parasiempre. La playa era fría, y la blanca arena se le escurría entre los dedos de los pies. Sus huellas eran borradas por el mar, y ella se hallaba ya muy adentrada en su travesía, cuando súbitamente vio una caracola marina. Segundos después de avistar la caracola, notó que ahora habían caballos marinos fosforescentes. Estos se movían al ritmo del mar, tan suave y lento a la vez. Danzaban en los aires. El espectáculo era hermosísimo, los caballos cambiaban de color y junto a ellos el cielo. Uno de los caballos se acercó a Teresa amistosamente, y ella no dudó en darle cariño.
-Te está buscando-le dijo el caballo a Teresa.
-No volveré-respondió ella.
-¿Por qué te fuiste?-reintentó el caballo, era tan obstinado como el amo.
-No volveré-repitió ella-Y si llama él no le digas que estoy, dile que Alfonsina no vuelve...
-...Y si llama el, no le digas que estoy di que me he ido.-respondió el fosforescente caballo-Esta bien, eso le diré.
Teresa siguió caminando, mientras los demás seres marinos intentaban llamar a toda costa su atención, mas claro está, no lo lograron. Teresa creyó que caminaría por la playa toda la noche, pero se equivocó. Después de casi cinco horas de caminata, se encontró esta vez con una amapola en el piso. Ella no se había esperado algo así.Teresa la recogió, y la miró.


Bella es la Amapola,
pero más aún lo es Teresa
Tiene esmeraldas por ojos
y suave el marrón cabello.-le dijo la Amapola

-¿Por qué me hacen esto?-preguntó Teresa-¿No saben acaso que no regresaré?
-No niegues lo innegable, Teresa. Las esmeraldas no te dejan mentir-le dijo la amapola.
-Eres una más de sus artimañas, no debí confiar en ti-le replicó Teresa.
-Es tan corto el amor, y tan largo el olvido-le respondió la amapola.
Teresa no se molestó en responderle, sino la dejó en el suelo y siguió con su caminata. No volvería al mar. La idea era tan repugnante como idiota. Por más que intentara Romelio, ella no volvería, las heridas no cierran, tenía razón la amapola al citar a Poe. Y tenía razón ella al no volver al mar. Esta vez ya no caminaría por la playa. Esta vez iría a la ciudad.


domingo, 20 de febrero de 2011

Las tribulaciones de Roberto

"Podrán cortar todas las flores pero jamás acabarán con la Primavera."- Ernesto "El Che" Guevara

De gran envergadura era el problema que tenía por delante nuestro amigo Roberto, aunque el se obstinará en negarlo. Cada día le costaba más evitar trasnocharse sin sentido alguno. Algunas veces trató de analizarse, pero poco o nada fue lo que pudo hacer. Al cabo de unos días, admitió finalmente que tenía un problema.
Sin embargo, lo primero que se le vino a la mente no fue pedirle consejo a uno de sus amigos. En realidad, lo que estaba a punto de hacer ya lo había venido pensando sin siquiera querer pensarlo. La idea venía a su mente con tal potencia que era imposible rechazarla.
Así que, dicho y hecho, empezó a correr queriendo creer que no tenía rumbo alguno, aunque en el fondo supiera muy bien a dónde se dirigía. Era el miedo lo que lo corroía por dentro, era el miedo lo que lo volvía inestable, y fue el miedo lo que hizo que se detuviera.
Entonces, se sentó al lado de un jardín a ver la noche estrellada. Cogió una piedra y empezó a lanzarla y atraparla. Repentinamente, escuchó algo atrás de el. Roberto se levantó para ver que había producido el sonido y se encontró cara a cara con su hermano menor, Gonzalo.
-Roberto, ¿qué haces acá? - le pregunto el pequeño.
-Lo mismo te podría preguntar a ti - le respondió Roberto.
-Me di cuenta que tenías un problema, te seguí a ver que hacías. Tranquilo, se que la extrañas, pero va a volver pronto. No es que nunca vaya a volver de allá - replicó su hermano
-Eso espero, eso espero - dijo Roberto.
Ambos partieron de regreso a casa una vez más. Roberto se sentía mejor, y una vez más no sabía explicar por qué.


viernes, 11 de febrero de 2011

La octava vez

Las últimas dos veces que Francisco la vio cruzar la calle, no se atrevió a dirigirle la palabra. Sin embargo, la tercera vez fue diferente.
Era una fría tarde de otoño. Las nubes bailaban en el cielo, un vals que parecía no terminar. Y allí se encontraba él, en el parque de las tantas tardes que aún no olvidaba. Una vez más, tenía su cuaderno de dibujos a su lado.
Fue justo en el momento en el cual se disponía a descansar, cuando ella cruzó la calle. Los cabellos bailaban al ritmo del viento, mientras la casi nula luz iluminaba, de alguna manera u otra, sus, ya de por si claros, ojos. Cada paso que daba era para Francisco un latido más rápido. Había imaginado su lindo nombre, pero nunca encontraba uno tan lindo ni adecuado para ella. Por eso había tomado la decisión de preguntárselo.
- Ho...hola-le dijo Francisco.
Ella volteó y lo miró.
-¿Si?¿Pasa algo?-le respondió.
-No es nada, solo quería saber si me dejarías dibujarte-le pidió Francisco.
Conversaron un rato sobre ellos, mientras Francisco la dibujaba. Al terminar, llegó el momento tan ansiado.
-Eh...
-¿Sí, que pasa?- le dijo a Francisco
-No sé tu nombre
-Me llamo Elena.
A partir de ese día, Francisco no olvidó ese nombre. Y Elena, sin siquiera pensarlo, no olvidaría a Francisco, al menos por un buen tiempo.
La cuarta, la quinta, la sexta, y la séptima vez, llegaron sin siquiera notarlo.
-¿Alguien te dijo alguna vez lo linda que eres?
-Lo intentaron, pero no todos lo lograron.
-Jajajajaja.
-Es verdad.
-Relájate.
-No se va a poder.
-¿A qué te refieres?
-Lo siento, me tengo que ir.
Elena se levantó y se fue sin despedirse. Al otro día, Francisco fue una vez más al parque donde siempre se encontraban...
La octava vez nunca llegó.

domingo, 30 de enero de 2011

El despertar

Si sientes lo que esta llegando
no lo ignores, únetele
Llegan las voces con fuerza
tus oídos retumban
Vamos todos a cambiar esto
Vamos todos a por un mejor país
Vamos todos, seamos solo uno
Ignoralo,
¿que esperas?
No puedo, tienen razón
Es mejor quedarte tranquilo
Mira como todo sigue su curso
Púdrete con tu país, y el universo
Sé parte de la cloaca
Durante la batalla
dudar van a intentar hacerte
pero no, NO
aprovecha la oportunidad
TODOS JUNTOS, he dicho!!
Para qué te molestas en escuchar
tonterías y patrañas
buscan hacerte alimaña
Da un paso al frente,
Lucha por lo que crees
Y no pares de soñar,
que los sueños son nuestra mejor arma
la utopía, nuestra mejor lanza
Es hora señores
ya basta de rencores
y demás temores
A partir de hoy podemos decir
Juntos somos invencibles.






Rafael Espinal
Basado en Invincible de Muse

viernes, 14 de enero de 2011

Días antes

Juan se dirigía, tan rapido como su lumbago le permitía, hacia la habitacíón en la que estaba Rafael. Dobló a la derecha y luego a la izquierda y se encontró cara a cara con una puerta. En la parte superior estaba el número 1,61803, se puso a pensar un rato hastá que recordó el por qué del número. Se decidió a entrar, al hacero vislumbró ante sí un cuarto común y corriente, o al menos eso le pareció a primera vista. Había una mesita de noche, un cuadro de Coldplay en la pared, un vaso de agua, una silla y una cama en la que estaba postrado.
-Hola, ¿cómo te encuentras?-me preguntó Juan-Vine lo más rápido que pude.
-Hola Juan toma asiento-le respondí- Parece que los años no solo pesan en mi.
-Jajaja, no te equivocas-le replicó Juan- y ahora dime ¿que tan grave estás?
-Pues, los examenes dicen que tengo un tumor, así que supongo que moriré pronto-le respondió Rafael.
-Oh, pero ¿porque no te sometes a un quimoterapia o algo así?-le preguntó
-No, prefiero una salida rápida, a una larga y que incluso me hará sufrir más de lo debido. No quiero verme reducido a poco más que un guiñapo humano-respondí
-Vamos, recibe un tratamiento, Rafael. No seas cojudo-me repicló Juan- Me tengo que ir, te visitaré en unos días.
Juan lo visitó, pero una semana después. Dobló nuevamente a la derecha y luego a la izquierda. Esta vez ya no le prestó atención al número que estaba en la parte superior de la puerta. Entró una vez más y vislumbró ante si una habitación algo distinta a como era la última vez. Por alguna razón todo le parecía más pequeño desde la silla, ubicada al lado de la cama, hasta el vaso con agua que estaba encima de la ahora pequeña mesa.
-¿Qué pasa, Juan?-le pregunté.
-No sé por qué pero lo notó todo más pequeño-me respondió.
-Debe ser tu imaginación-le respondí- Pasa toma asiento.
-Gracias, ¿como estás?¿Al fin decidiste tratarte?-le preguntó Juan.
-No, ya te dije que no dejaré que experimenten con mi cuerpo. Soy terco y no cambiaré de parecer-le respondió el enfermo- Parece que hubiera sido ayer cuando estabamos en el colegio.
-Sí, ¿qué será de él ahora? La memoria me empieza a fallar, pero creo que nos gustaba mucho discutir en clase junto a Mena y Pedro-le dijo Juan.
-En verdad, no lo recuerdo. El alemán también me está persiguiendo a mi-le respondió a Juan.
Hablaron un buen rato sobre los pocos recuerdos que aún tenían del colegio y luego Juan se retiró, no sin antes prometer que lo visitaría en algunos días.
Una vez más esos días resultaron ser más de los esperados, debido a las distintas urgencias que le surgían a Juan. Rafael lo entendía, pero le daba gusto que su amigo fuera a visitarlo.
Un día de esos en los que andaba solo pensé en lo que había logrado hasta ese momento, en mis amigos y mis seres queridos. No pude evitar las lágrimas y terminé por comprobar, en mi triste soledad, que todo tiempo pasado fue mejor.
Al día siguiente volvió Juan. Caminó, una vez más, por los pasillos,dobló a la derecha y luego a la izquierda. Esta vez ya ni se fijó en el número de la puerta. Pero, en lo que si se fijó fue en el aspecto de la habitación. Esta vez la encontró como la más rara de las habitaciones en las que había estado. Primero, encontró un objeto de cuatro patas hecho de madera, en el que se apoyaba una especie de recipiente de vidrio cilíndrico lleno de agua. A su lado se hallaba otro objeto de madera, un poco más pequeño que el primero, pero que también era de cuatro patas mas tenía un respaldar.
-Hola-le dijo el señor postrado en la cama.
-Hola vengo a buscar a...-le respondió mientras buscaba un papel. Rafael Espinal leyó- Busco a Rafael Espinal.
-Oh soy yo-le respondió el enfermo-¿y tú eres?
-Juan, Juan Velasco-contestó.
-Vaya, no sabía que el general seguía vivo-replicó el otro anciano.
-Ah no, me equivoqué. Mi nombre es Juan Velazco, con zeta-dijo Juan Velazconzeta-pero creo que ya olvide a que vine aca, sólo encontré este papel que decía que visitara a Rafael Espinal.
-Puede hacerme compañía, podemos...-empezó a decir Rafael. Súbitamente paró.
-¿Qué pasa?-le preguntó Juan
-Ya olvidé que palabra quería usar-dijo Rafael.
Conversaron un rato más, y el señor Velazconzeta se retiró. Pasaron un par de semanas esta vez, y el mismo señor volvió al edificio. Esta vez; sin embargo, dobló primero a la izquierda y luego a la derecha. Se hab{ia perdido, pero finalmente encontró el camino. Una serie de caractéres se hallaban en la parte superior de una ¿puerta?
Ahora el ambiente al que acababa de entrar le pareció el más extraño al que jamás había entrado. Estaba lleno de una serie de extraños objetos, y en uno de ellos se hallaba una persona descuidada.
-Hola-dijo
-Hola-respondió la persona que se hallaba en uno de los objetos raros-¿Cómo te llamas?
-Me llamo...-empezó a decir el primer viejo-Lo siento lo olvidé.
-Pues, yo también lo olvidé-le respondió el otro sonriendo.
Se quedaron esta vez mirándose sin decir nada, hasta que terminaron por dormirse. Tres semanas después, el vecino terminó por abrir la puerta y encontró a Rafael Espinal muerto en su cama. Pero, lo que le resultó más curioso fue que encontró a otro anciano en el suelo que también se hallaba muerto. Al lado de este halló un par de frutas que parecían haber querido ser peladas por el anciano. Ninguno parecía tener rastro de haber sido asesinado, así que lo primero que atinó a ser fue pedir auxilio.
-¡AYUDA!-gritó