viernes, 11 de febrero de 2011

La octava vez

Las últimas dos veces que Francisco la vio cruzar la calle, no se atrevió a dirigirle la palabra. Sin embargo, la tercera vez fue diferente.
Era una fría tarde de otoño. Las nubes bailaban en el cielo, un vals que parecía no terminar. Y allí se encontraba él, en el parque de las tantas tardes que aún no olvidaba. Una vez más, tenía su cuaderno de dibujos a su lado.
Fue justo en el momento en el cual se disponía a descansar, cuando ella cruzó la calle. Los cabellos bailaban al ritmo del viento, mientras la casi nula luz iluminaba, de alguna manera u otra, sus, ya de por si claros, ojos. Cada paso que daba era para Francisco un latido más rápido. Había imaginado su lindo nombre, pero nunca encontraba uno tan lindo ni adecuado para ella. Por eso había tomado la decisión de preguntárselo.
- Ho...hola-le dijo Francisco.
Ella volteó y lo miró.
-¿Si?¿Pasa algo?-le respondió.
-No es nada, solo quería saber si me dejarías dibujarte-le pidió Francisco.
Conversaron un rato sobre ellos, mientras Francisco la dibujaba. Al terminar, llegó el momento tan ansiado.
-Eh...
-¿Sí, que pasa?- le dijo a Francisco
-No sé tu nombre
-Me llamo Elena.
A partir de ese día, Francisco no olvidó ese nombre. Y Elena, sin siquiera pensarlo, no olvidaría a Francisco, al menos por un buen tiempo.
La cuarta, la quinta, la sexta, y la séptima vez, llegaron sin siquiera notarlo.
-¿Alguien te dijo alguna vez lo linda que eres?
-Lo intentaron, pero no todos lo lograron.
-Jajajajaja.
-Es verdad.
-Relájate.
-No se va a poder.
-¿A qué te refieres?
-Lo siento, me tengo que ir.
Elena se levantó y se fue sin despedirse. Al otro día, Francisco fue una vez más al parque donde siempre se encontraban...
La octava vez nunca llegó.

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